jueves, 18 de diciembre de 2008

JUVENTUD ABANDONADA, AICHHORN

“Jenesse à l’abandon” (Juventud abandonada)

Libro de August Aichhorn publicado en 1925[i]


Texto de Rodolphe Gerber

Traducción del alemán de Sergio Hinojosa


Los hombres del Renacimiento italiano –la información nos viene por Burckhardt- aspiraban con toda la fuerza de su deseo a una cosa: escribir al menos algunas páginas, de las que se pudiera decir que rozan la perfección por su altura ética, por la justeza de sus sentimientos, por la belleza de su lenguaje, y también por su humor.

Con Juventud abandonada, August Aichhorn nos deja un libro, cuya perfección es de este orden. Freud lo sabía bien, cuando le hizo el honor de prologarle su libro con un Geleitwort[ii], unas palabras de acompañamiento (pues no es correcto traducir Geleitwort por Introducción: Einleitung). Las tres páginas de Freud que preceden el texto de Aichhorn dicen que se trata de una (Anwendung der Psychoanalyse)[iii] “aplicación del psicoanálisis” a una de los campos imposibles del quehacer humano: a la educación (Erziehung); aún falta entender en qué consiste esta aplicación, qué es y qué no es. Como si Freud se acordara implícitamente de una frase de Diderot sobre el protocolo, que hemos encontrado en El sobrino de Rameau (Flammarion p. 86: “Quien tiene necesidad de un protocolo nunca llegará lejos”); pues un psicoanalista que haya acoplado su camino analítico y previsto de un stock de conceptos de referencia, no aplica un protocolo, y por último se verá siempre obligado, al decir de Freud, a apoyarse en “Intuitives Verständnis”, su comprensión intuitiva. (Lacan era con razón reticente en cuanto al uso clínico de la intuición; mas, para Freud, la palabra intuición tiene una dimensión distinta a la que tiene en la filosofía francesa).

Aplicar el psicoanálisis a la educación, es recurrir a él en situaciones donde no existe la “besondere Einstellung zum Analytiker”, la disposición particular interior del sujeto frente al analista (la transferencia); situaciones en donde los sujetos no son neuróticos; donde la ausencia de transferencia no obstaculiza a quien aplica el psicoanálisis; ésta misma será la definición del psicoanálisis aplicado: utilizar implícitamente el psicoanálisis fuera de la transferencia y fuera de las patologías relevantes de su propia competencia.

Aichhorn no expone, o apenas lo hace en los escasos capítulos de teoría analítica; no está impartiendo cursos; nos invita simplemente a acompañarlo amistosamente para ver cómo se resuelven los problemas enfocados, las aberraciones precisas, dolores psíquicos bien delimitados.

El de Fernando por ejemplo, que huye a un huerto de cerezas después de haber vaciado la hucha de su hermana y la caja de los ahorros (boîte à économie) del cajón de la mesa de la cocina. (Es de notar que esta caja simboliza por sí misma una época; época esta en que la pobre gente, después de la Gran Guerra, tenían lo justo para vivir). Las cuatro tarrinas de manteca, le permitieron mantenerse dos días más después del viaje en tren.

El de Leopoldina, cuyo padre tuberculoso muere de un acceso de tos después de tomar un vaso de agua, que ella le había ofrecido, y en el que la madre es descubierta por la propia Leopoldina ahorcada de la ventana, al volver de la iglesia.

El del joven adolescente a quien le habían colgado la etiqueta de “Arbeitsscheu” (que detesta el trabajo, holgazán).

El de aquel otro adolescente aprendiz de carpintero, ladrón de alcohol destinado a fabricar productos de pulimento (completaba las botellas abiertas añadiéndoles su propia orina). Y qué bella historia resolutiva aquella en que Aichhorn hace re-existir, existir en fin al padre en este niño de 17 años para nada neurótico.

Estos eran los niños que Aichhorn recibía en privado, que le eran derivados por un organismo en donde él había sido la llave maestra, y que se puso en funcionamiento en Austria después de la Primera Guerra mundial.

En Oberhollabrunm en la Baja Austria en los barracones rudimentarios destinados anteriormente a refugiados de guerra, se recibió jóvenes a la deriva, cuya historia se parecía, a veces para peor, a los evocados más arriba. Estos jóvenes formaban grupos de 20 o de 30 por afinidad, grupos que “conducía” (dirigeait) aquel de entre ellos que, por (tener ese) don, se revelaba apto para hacerlo. El único grupo que no se formaba por afinidad era el de los agresivos. Los médicos, asistentas sociales, psicólogos decidirían tratar ese real, lo imposible de los agresivos, reunidos estos últimos en un grupo aparte. Los grupos debían autoregularse psicológicamente y la práctica. Cada miembro de estos grupos seguía un aprendizaje práctico (horticultura, jardinería, albañilería, etc.).

Los grupos de Bion de los que Lacan nos habla en La psiquiatría inglesa y la guerra (cf. Nuevos escritos) son, en su estructura, una copia muy exacta, aunque el objetivo fuera otro, en tanto el significante “guerra” era el denominador común.

August Aichhorn y su equipo (elogia a dos educadoras, citándolas por su nombre, que están comprometidas a fondo y a las que el grupo de los agresivos ha llevado casi al agotamiento) se apoyaron en estos grupos para, en cierto modo, encontrarse con quienes, de entre aquellos grupos, lo demandaban. Se compromete en un trabajo psicológico puntual, del cual Aichhorn nos da ecos múltiples, conmovedores. Él apuesta por el sujeto, por el deseo del sujeto.


[i] El título original del libro de Aichhorn es Verwahrloste Jugend. Die Psychoanalyse in der Fürsorgeerziehung. (Juventud desamparada. El Psicoanálisis en el reformatorio.) Diez conferencias de iniciación elemental, por August Aichhorn (Internationale Psychoanalytische Bibliotek, nº XIX) Internationaler Psychoanalytischer Verlag, Leipzig-Viena-Zurich, 1925.
[ii] La traducción castellana de Geleitwort es prefacio, si bien, dicho término está compuesto de Geleit, que significa escolta, séquito, comitiva, y Wort que significa palabra. Desde luego, Geleit está relacionado con Begleitung, que significa acompañamiento. El autor parece haber querido reflejar ese sentido de acompañamiento, más comprometido que el reflejado en el de “prefacio”.
[iii] Tal vez ilustre lo que afirma el autor el párrafo siguiente, extraído del prefacio de Freud: “El presente libro de A. Aichhorn concierne a una parte del magno problema: a la conducción pedagógica de los menores desamparados. Antes de trabar conocimiento con el psicoanálisis, el autor había actuado durante largos años en su cargo oficial de director de reformatorios municipales. Su actitud ante sus pupilos se alimentó en una cordial simpatía por el destino de esos desventurados y fue felizmente guiada por una comprensión intuitiva de sus necesidades psíquicas. El psicoanálisis poco pudo enseñarle en lo que a la práctica se refiere, pero le ofreció una clara visión teórica de lo justificado que eran sus métodos, permitiéndole fundamentarlos ante los demás.”