viernes, 30 de enero de 2009

NORMAS PARA TERAPIAS DE LARGO TRATAMIENTO

LAS PERSONAS, PROTAGONISTAS EN LA TERAPIA EN EL REINO UNIDO

Fecha de publicación 26/01/2009 6:00:00

ISSN 1886-1385 © INFOCOP ONLINE 2007

El Departamento de Salud de Reino Unido ha publicado una nueva guía con la que pretende formar a los responsables de la administración y a los técnicos locales para que establezcan medidas que aseguren que las personas con problemas de salud de larga duración, como las enfermedades mentales, tomen partido en las decisiones sobre su enfermedad y tratamiento.

En la elaboración de este documento, denominado "Supporting People With Long Term Conditions: Commissioning Personalised Care Planning", han participado más de 80 responsables y expertos en salud e incluso asociaciones de pacientes.

Con esta iniciativa el gobierno británico se ha comprometido a que en el año 2010 todas aquellas personas afectadas de dolencias de larga duración (unos 15 millones de habitantes en este país) tengan acceso a un plan personalizado de tratamiento. Este programa se basa en:

- Promover la elección y el control del paciente sobre su dolencia, situándole en el centro del proceso terapéutico.
- Centrarse en metas realistas que las personas deseen alcanzar, tales como recuperar su capacidad para trabajar y vivir independientemente.
- Compartir información con los pacientes, de tal manera que puedan sentirse involucrados en la toma de decisiones sobre su tratamiento.
- Proporcionar apoyo a las personas para auto-cuidarse y ganar autocontrol sobre su dolencia.
- Coordinar el trabajo de los servicios sanitarios y sociales con el objetivo de conseguir el retorno del paciente, lo más pronto posible, al mercado laboral.

El manual se enmarca dentro de la campaña "Putting People First" ("Poniendo a las personas en primer lugar"), que persigue que los servicios asistenciales sean más personalizados, y se centra especialmente en la prevención de las enfermedades, así como en la implantación de un nuevo modelo asistencial basado en la toma de decisiones informadas por parte del paciente, en la eliminación de las desigualdades en los tratamientos y en el acercamiento de los servicios asistenciales a los domicilios.

Estas y otras novedosas medidas que se han puesto en marcha en este país en los últimos meses, como el programa Improving Acess To Psychological Therapies, parten de la preocupación del gobierno británico ante la elevada incidencia de bajas laborales derivadas de problemas de salud mental (estrés, ansiedad y depresión), y que suponen el 42% de los casos de prestación por incapacidad en el Reino Unido.

Para acceder al documento original pincha en el siguiente enlace Supporting People With Long Term Conditions:

jueves, 18 de diciembre de 2008

JUVENTUD ABANDONADA, AICHHORN

“Jenesse à l’abandon” (Juventud abandonada)

Libro de August Aichhorn publicado en 1925[i]


Texto de Rodolphe Gerber

Traducción del alemán de Sergio Hinojosa


Los hombres del Renacimiento italiano –la información nos viene por Burckhardt- aspiraban con toda la fuerza de su deseo a una cosa: escribir al menos algunas páginas, de las que se pudiera decir que rozan la perfección por su altura ética, por la justeza de sus sentimientos, por la belleza de su lenguaje, y también por su humor.

Con Juventud abandonada, August Aichhorn nos deja un libro, cuya perfección es de este orden. Freud lo sabía bien, cuando le hizo el honor de prologarle su libro con un Geleitwort[ii], unas palabras de acompañamiento (pues no es correcto traducir Geleitwort por Introducción: Einleitung). Las tres páginas de Freud que preceden el texto de Aichhorn dicen que se trata de una (Anwendung der Psychoanalyse)[iii] “aplicación del psicoanálisis” a una de los campos imposibles del quehacer humano: a la educación (Erziehung); aún falta entender en qué consiste esta aplicación, qué es y qué no es. Como si Freud se acordara implícitamente de una frase de Diderot sobre el protocolo, que hemos encontrado en El sobrino de Rameau (Flammarion p. 86: “Quien tiene necesidad de un protocolo nunca llegará lejos”); pues un psicoanalista que haya acoplado su camino analítico y previsto de un stock de conceptos de referencia, no aplica un protocolo, y por último se verá siempre obligado, al decir de Freud, a apoyarse en “Intuitives Verständnis”, su comprensión intuitiva. (Lacan era con razón reticente en cuanto al uso clínico de la intuición; mas, para Freud, la palabra intuición tiene una dimensión distinta a la que tiene en la filosofía francesa).

Aplicar el psicoanálisis a la educación, es recurrir a él en situaciones donde no existe la “besondere Einstellung zum Analytiker”, la disposición particular interior del sujeto frente al analista (la transferencia); situaciones en donde los sujetos no son neuróticos; donde la ausencia de transferencia no obstaculiza a quien aplica el psicoanálisis; ésta misma será la definición del psicoanálisis aplicado: utilizar implícitamente el psicoanálisis fuera de la transferencia y fuera de las patologías relevantes de su propia competencia.

Aichhorn no expone, o apenas lo hace en los escasos capítulos de teoría analítica; no está impartiendo cursos; nos invita simplemente a acompañarlo amistosamente para ver cómo se resuelven los problemas enfocados, las aberraciones precisas, dolores psíquicos bien delimitados.

El de Fernando por ejemplo, que huye a un huerto de cerezas después de haber vaciado la hucha de su hermana y la caja de los ahorros (boîte à économie) del cajón de la mesa de la cocina. (Es de notar que esta caja simboliza por sí misma una época; época esta en que la pobre gente, después de la Gran Guerra, tenían lo justo para vivir). Las cuatro tarrinas de manteca, le permitieron mantenerse dos días más después del viaje en tren.

El de Leopoldina, cuyo padre tuberculoso muere de un acceso de tos después de tomar un vaso de agua, que ella le había ofrecido, y en el que la madre es descubierta por la propia Leopoldina ahorcada de la ventana, al volver de la iglesia.

El del joven adolescente a quien le habían colgado la etiqueta de “Arbeitsscheu” (que detesta el trabajo, holgazán).

El de aquel otro adolescente aprendiz de carpintero, ladrón de alcohol destinado a fabricar productos de pulimento (completaba las botellas abiertas añadiéndoles su propia orina). Y qué bella historia resolutiva aquella en que Aichhorn hace re-existir, existir en fin al padre en este niño de 17 años para nada neurótico.

Estos eran los niños que Aichhorn recibía en privado, que le eran derivados por un organismo en donde él había sido la llave maestra, y que se puso en funcionamiento en Austria después de la Primera Guerra mundial.

En Oberhollabrunm en la Baja Austria en los barracones rudimentarios destinados anteriormente a refugiados de guerra, se recibió jóvenes a la deriva, cuya historia se parecía, a veces para peor, a los evocados más arriba. Estos jóvenes formaban grupos de 20 o de 30 por afinidad, grupos que “conducía” (dirigeait) aquel de entre ellos que, por (tener ese) don, se revelaba apto para hacerlo. El único grupo que no se formaba por afinidad era el de los agresivos. Los médicos, asistentas sociales, psicólogos decidirían tratar ese real, lo imposible de los agresivos, reunidos estos últimos en un grupo aparte. Los grupos debían autoregularse psicológicamente y la práctica. Cada miembro de estos grupos seguía un aprendizaje práctico (horticultura, jardinería, albañilería, etc.).

Los grupos de Bion de los que Lacan nos habla en La psiquiatría inglesa y la guerra (cf. Nuevos escritos) son, en su estructura, una copia muy exacta, aunque el objetivo fuera otro, en tanto el significante “guerra” era el denominador común.

August Aichhorn y su equipo (elogia a dos educadoras, citándolas por su nombre, que están comprometidas a fondo y a las que el grupo de los agresivos ha llevado casi al agotamiento) se apoyaron en estos grupos para, en cierto modo, encontrarse con quienes, de entre aquellos grupos, lo demandaban. Se compromete en un trabajo psicológico puntual, del cual Aichhorn nos da ecos múltiples, conmovedores. Él apuesta por el sujeto, por el deseo del sujeto.


[i] El título original del libro de Aichhorn es Verwahrloste Jugend. Die Psychoanalyse in der Fürsorgeerziehung. (Juventud desamparada. El Psicoanálisis en el reformatorio.) Diez conferencias de iniciación elemental, por August Aichhorn (Internationale Psychoanalytische Bibliotek, nº XIX) Internationaler Psychoanalytischer Verlag, Leipzig-Viena-Zurich, 1925.
[ii] La traducción castellana de Geleitwort es prefacio, si bien, dicho término está compuesto de Geleit, que significa escolta, séquito, comitiva, y Wort que significa palabra. Desde luego, Geleit está relacionado con Begleitung, que significa acompañamiento. El autor parece haber querido reflejar ese sentido de acompañamiento, más comprometido que el reflejado en el de “prefacio”.
[iii] Tal vez ilustre lo que afirma el autor el párrafo siguiente, extraído del prefacio de Freud: “El presente libro de A. Aichhorn concierne a una parte del magno problema: a la conducción pedagógica de los menores desamparados. Antes de trabar conocimiento con el psicoanálisis, el autor había actuado durante largos años en su cargo oficial de director de reformatorios municipales. Su actitud ante sus pupilos se alimentó en una cordial simpatía por el destino de esos desventurados y fue felizmente guiada por una comprensión intuitiva de sus necesidades psíquicas. El psicoanálisis poco pudo enseñarle en lo que a la práctica se refiere, pero le ofreció una clara visión teórica de lo justificado que eran sus métodos, permitiéndole fundamentarlos ante los demás.”

martes, 11 de noviembre de 2008

VIOLENCIA

El saber sobre la violencia en la institución escolar

Existe una tendencia, cada vez más dominante, a considerar la violencia como una conducta directamente derivada de individuos problemáticos. No se contenta esta tendencia con incluir a tales individuos en grupos de riesgo más o menos caracterizados, sino que pretende que todos lo seamos en algún momento. El desarrollo de las ciencias psi, y de los saberes expertos derivados, ha contribuido no poco a este particular modo de enfocar los conflictos y la violencia desconectando a esta de toda dimensión histórica.

La clasificación de las distintas manifestaciones de violencia por estos saberes expertos deja como saldo dos categorías diferenciadas:

- Por una lado, las nominaciones, que confieren una suerte de nueva identidad generadora de violencia. Así, la causa de la violencia radicaría en los perfiles trazados estadísticamente del “acosador” en la escuela, del “maltratador”, encajado en la más típica violencia de género, del “violador”, del “asesino en serie”, del “terrorista”, etc.

- Por otro, las categorías referidas a la propia “conducta” que no definen al actor, pero sí tratan de caracterizar por cierto rasgo dicha “conducta”. En ambos casos se ignora la dimensión histórica, biográfica y relacional del acontecimiento. Se introduce este en una serie, clasificada bajo los criterios simples y casuísticos que dichos saberes expertos generan en su afán de control y dominio. No hay acontecimiento violento, sino moobing, bullying, y un etcétera proveniente de los grandes codificadores de “conductas” del otro lado del océano.

Ambas categorías poseen un elemento común: su pretensión de validez mediante técnicas estadísticas.

Tras las oleadas, más o menos alarmistas, de publicitación de tales categorías suelen producirse fenómenos sociales asociados, tales como la aparición de nuevos expertos, la creación de comisiones legislativas o gubernativas o, incluso, la emergencia de nuevos profesionales a los que, naturalmente, se les dota de la economía y organicidad institucionales correspondientes. A partir de ahí, un determinado número de personas vivirán de estas nuevas dedicaciones y nadie podrá poner en cuestión su utilidad y sentido. Otros fenómenos como la reforma de los códigos de justicia por la cristalización jurídica de estas oleadas, o las nuevas formas de registrar la experiencia en los centros de trabajo, de estudio, de convivencia social, etc, vendrán a engrosar los trazos de esta sociedad del riesgo.

Si consideramos el cambio que estas nominaciones producen –por ejemplo- en el registro de la experiencia, se puede observar algo llamativo: el compañero de trabajo, de estudio o el vecino del piso de al lado se transfiguran a partir de esa nominación (que nombra su identidad o su conducta) de tal modo, que la solidaridad primaria que les protegía desaparece. A partir de ahora ya serán otros. Serán individuos pertenecientes a un grupo homogéneo, perfectamente catalogado, clasificado y determinado en función del factor de riesgo potencial para sí mismos o para los otros. Su presencia y actuación ya no tendrán más significación que la que se corresponda con la categoría del manual con que se les ha clasificado.

Además, en el campo “afectado” por esa nominación, no será raro encontrar un cierto vaciamiento de la responsabilidad en los agentes implicados, pues la nominación pone enseguida en contacto el caso con el experto correspondiente, que será quien deberá hacerse cargo, en nombre de la ciencia, del despliegue de protocolos y de la parafernalia correspondientes.

Este tipo de intervención sobre la violencia se relaciona con la idea de una sociedad como sociedad de riesgo. Una sociedad en la que se debe mantener un cierto nivel de peligro potencial, de riesgo, para establecer en las fronteras de la seguridad de los individuos el control de sus movimientos, de sus pretensiones, de sus anhelos y de sus deseos. Gran parte de esta moción en los individuos se traducirá en consumo continuado de dispositivos de seguridad vital, laboral, de salud, de alimentación, en definitiva, todo ello vendrá a configurar una suerte de consumo de prevención del riesgo de vivir. Peligro que acosa a la vida unas veces desde el exterior de estas sociedades, como en el caso del terrorismo internacional; y otras, procedente del interior, por el peligro potencial del que los individuos mismos son portadores o por sus comportamientos potencialmente nocivos.

El caso más actual y llamativo es el de los “Fumadores”, cuyo principal enemigo mortal parece apostarse con la máscara más benevolente en el rincón más confortable y venenoso del corazón del fumador. El despliegue de medios publicitarios y la proliferación de consultorios y expertos han sido enormes. La sospecha de que tal despliegue no responde a imperativos de salud, sino a otros de tipo económico también.

Sin embargo, los riesgos no tienen más fundamento que el estadístico. No hay teoría de la historia ni de la sociedad, ni de la salud, ni de la enfermedad, ni tan siquiera una filosofía de la vida, tan sólo datos estadísticos que sirven la coartada a una serie de intervenciones invasivas ortamientos potencialmente nocivos ierdapertos, pudiera salvar algo de este derribo controlado sobre los individuos, las instituciones y la población. Curiosamente, estas intervenciones parecen contribuir tanto a la organización y sistematización del beneficio capitalistas como al aumento de la violencia. No se trata ya de hacer del trabajo y del producto una mercancía, sino también, de perseguir que cada una de las actividades, de las acciones, e incluso de las intenciones de cada individuo se mercantilicen. Si este o aquella son pobres y no pueden pagar el control de sus intenciones peligrosas, será el Estado el responsable subsidiario, y si no…caerá en los márgenes del sistema, bajo otra lógica de la rentabilidad.

En este contexto, la violencia en los centros escolares pasa también por una clasificación y una estrategia de control. Una muestra de este esfuerzo por detener la violencia y el malestar, que cada vez con más frecuencia ocupan primeros planos en los medios de comunicación, es la proliferación de programas de prevención de las posibles conductas violentas. Dichos programas están mal dotados y realizados por miembros extraídos de la propia comunidad escolar, pero investidos en la ceremonia de la formación del grupo de una suerte de identidad de expertos que les faculta para el diagnóstico y la prevención, y les confiere una supuesta habilidad para la promoción de una cultura de la paz en los Centros escolares. Otros coordinadores/as -igualmente expertos- se suman a la tarea tratando de detectar problemas de violencia de género.

La finalidad que se confiesa es aceptable, pero los medios y la ideología que se muestra tras estas determinaciones políticas no lo es tanto. Se trata de integrar institucionalmente lo que primero se intentó con las materias transversales y mucho antes se había fraguado en el fragor de la ilusión política y el lazo social. El resultado, por desgracia, tal vez sea sólo una saturación de tareas para el funcionario voluntarista de turno y un aumento del malestar en la escuela.

Ahora bien, si esta creación de comisionados y estos saberes expertos no parecen satisfactorios. ¿Cómo resolver el problema?

Para aportar alguna solución antes hay que plantearse otra cuestión: ¿cómo entender la violencia en relación a la juventud, y cómo hacerlo en el marco de una institución escolar? Para responder es necesario aclarar estos dos términos tan políticamente enlazados.

Por un lado, la juventud contiene un peligro vigoroso: su potencial de violencia. Esa parece ser la óptica acorde con el modelo de sociedad de riesgo, individualita y a la vez cofrade que se pretende.

Por otro lado, el término “violencia”, se entiende como “conducta” (con la simplicidad teórica que esta noción implica) tendente a destruir o causar daño en objetos, en otros individuos o en el propio sujeto. Por nuestra parte, podemos definirlo provisionalmente como una acción destructiva que se precipita por faltar la mediación de la ley, de la palabra que hace ley. Podríamos decir de la violencia, en tanto factor subjetivo, que es una moción sumativa que escapa de algún modo a la red de lenguaje. Un fuera de juego de lo simbólico.


En cuanto al término “juventud”, a eso que llamamos -con cada vez menos optimismo- juventud, lo podríamos definir por la significación que los discursos en su circulación crean en torno a los individuos de menor edad. Discurso de la familia sobre sus hijos, con sus esperanzas y sus ilusiones, tan sometidas al mercado; y discurso de las instituciones escolares en franco declive frente a otros focos de atracción más potentes. Discurso este que desautoriza al sujeto e invita a la desconfianza, al hacer del educador una pieza que se disipa en la acefalía de las llamadas ciencias de la educación y demás saberes expertos de lo imposible. Además esa conjunción de saberes y prácticas acaban por enervar al “joven”, al hacer del alumno una parte del material humano a informar con vistas a la necesidad y a la utilidad productivas. Tampoco es ajeno el discurso de las instituciones políticas, incluidos los partidos, plegado en gran medida a estos saberes expertos y a la demanda social que suscita el marketing que lo sostiene. Discurso que crea ilusiones vendibles, pero tan faltas de crédito como de convicción y autenticidad. Declive de nuevo de la autoridad civil frente a la irrupción de las exigencias del libre mercado que barre todas las barreras ético-políticas de los más jóvenes (y de todos) con la fuerza del beneficio económico y pulsional. Otros vienen a sumarse: Discurso alternativo de la política acorralado en los márgenes de las ONGs, que siembran ilusiones más creíbles en lejanas tierras, porque la cercanía está sembrada de prejuicios de impotencia. Discurso actuado del mercado que escribe sus letras con los cuerpos a los que atiborra. Discurso actuado y soterrado de los mercados alternativos del goce, que encuentran en los más jóvenes nueva sustancia excitante como mercancía y beneficio. Discursos estos, cada vez más potentes por hacer creer que detentan todo el saber sobre el goce y el mismísimo objeto de goce, el fetiche elevado al rango de la Cosa (das Ding) freudiana.

“La juventud en la encrucijada” podríamos ironizar -desde un malabarismo cristiano que más bien desalienta- para caracterizar la tesitura.

Pues bien, podemos preguntarnos ¿qué añade la institución escolar a ese malestar y a ese potencial de violencia efecto de esa alienación del discurso?, ¿qué aporta la institución al desentendimiento de algunos padres?, ¿qué suscita en los jóvenes ante la ausencia de inquietudes que hagan lazo social y sostengan el deseo?, ¿qué lanza rompe por sacar del atolladero a quienes se ven impelidos a reducir cada vez más su deseo a la demanda de mercado, alternativo o no?

No soy demasiado optimista en este punto. Lo que aporta la institución es espacio deficitario y personas emboscadas, enredadas en una maraña discursiva de la que casi todo el mundo decimos “¡sálvese quien pueda!”. Pero no desesperemos, aun queda algo de esperanza. Sí, si todavía hay escucha, aún hay sujeto, pero tan sólo mientras la aplastante organicidad “científica” de estos aparatos de Estado no se cierre definitivamente en una manipulación sin residuo, sin resto, sin sujeto.

La poca confianza que se sostiene todavía en el interior de estos contenedores del saber no viene por la vía de las soluciones institucionales, sino por el esfuerzo desesperado de quienes aún conservan algo del orden del deseo. La poca veracidad con que se le habla a un alumno procede no de los consejos expertos, sino de la autenticidad arriesgada por quien aún cree en el sujeto como tal y apuesta por su deseo. La poca garantía que existe de aminorar el malestar, restituyendo a cada cual la parte de responsabilidad y sufrimiento que le tocan, no procede de la ley garante de la Educación, sino de la palabra a contracorriente que se pone en juego para remedar una ausencia absoluta de amparo legal y moral.

Tal vez un gran pacto por la educación contando con la palabra de todos, y no sólo del barómetro político y de los expertos, pudiera salvar algo de este derribo controlado al que asistimos, y del que continuamente recibimos serios indicios por parte de la derecha y de la llamada izquierda. Pero esto quizás sea tan sólo una ingenuidad si no se rearma un discurso político y público, desde quienes aún creemos en el sujeto y su deseo y no en perfiles de riesgo y estadísticas.

20 febrero de 2006

(presentado en las Tertulias del Campo Freudiano, marzo 2006)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Evolución

LA EVOLUCIÓN Y EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN

I. ORIGEN DE LA VIDA



La Tierra se formó de una nube de polvo y gases, hace aproximadamente 4.500 millones de años. La nube primitiva estaba formada en gran parte de hidrógeno y helio, pero estos gases, junto con más material volátil, escaparon durante el proceso de condensación. Nuestra atmósfera y nuestros océanos provienen de los gases que fueron expulsados del interior de la Tierra en una fecha posterior.







La atmósfera primitiva era reductora. Contenía agua, metano, dióxido de carbono y nitrógeno; además, podía haber presentes algo de amoníaco e hidrógeno. Sabemos que la atmósfera era aún reductora hace 1500 millones de años más tarde, en la época en que los organismos similares a las algas o a las bacterias habían evolucionado en la superficie de la Tierra. Cuando hablamos de los orígenes de la vida, nos referimos a una serie de procesos que ocurrieron en la atmósfera, en los océanos y en los lagos de la Tierra primitiva y que condujeron, hace más de 300 millones de años, a la aparición de los primeros organismos vivos.

No hay testimonio geológico de los hechos que tuvieron lugar hace tanto tiempo, pero parece muy probable que el primer paso en los orígenes de la vida tuviese lugar cuando se formaron las moléculas orgánicas muy simples en la atmósfera reductora de la Tierra por la acción de rayos, energía ultravioleta procedente del sol, ondas de choque, etc. Estos compuestos fueron arrastrados al interior de los océanos y lagos, donde reaccionaron para formar una mezcla compleja de substancias orgánicas de las que muchas formarían parte de los organismos vivos más primitivos.



La Tierra se formó hace 4500 millones de años y el hombre moderno tan sólo hace unos 150000 años.

II. ORIGEN DEL HOMBRE
El hombre es un animal que, ingresado en un sistema simbólico, intenta adaptarse a un medio natural a través de las construcciones y artificios por él inventados, incluídas las ideas y las creencias. Sobre sus orígenes biológicos han existido distintas teorías.



1. LA TEORÍA FIJISTA.




Tradicionalmente se creía que el hombre, al igual que todas las demás especies animales, había existido desde siempre en su forma actual. No había habido cambios importantes en la especie y cualquier indicio de evolución era negado con argumentos más o menos religiosos. De hecho, se consideraba que los fósiles, por ejemplo, no eran sino especies desaparecidas sin ninguna relación con las especies actuales. De esta opinión eran los grandes biólogos del s. XVIII, el sueco Linneo y el francés Cuvier.


Georges Cuvier


2. LA TEORÍA EVOLUTIVA

En 1809 aparece la obra "Filosofía zoológica" de Lamarck, en donde exponía su teoría evolutiva CIONISTA.de las especies por adaptación al medio. Para esta adaptación creía necesario admitir la "creación", desarrollo o atrofia de los órganos adecuados para la adaptación del animal al medio. Su teoría podría sintetizarse en estas tesis:

1. La vida requiere un medio para su desarrollo, éste está sometido a cambios.
2. Los cambios en el medio crean nuevas necesidades en los organismos.
3. Estas necesidades o funciones crean al órgano (adecuado para cumplir tal necesidad).
Esta teoría no explica, sin embargo, cómo se heredan las modificaciones adquiridas, pues si éstas no son heredadas no es posible explicar la adaptación, ya que en una generación es imposible mutar o modificar un órgano para adaptarlo a la nueva necesidad. Esta teoría tenía que recurrir a una concepción teleológica de la naturaleza, esto es, tenía que admitir en la naturaleza la existencia de una finalidad en cada una de sus operaciones. Si un ave tiene alas, la naturaleza la había dotado de alas para volar, si un elefante tiene colmillos, era para su defensa etc. Esta finalidad acababa por ser un medio para introducir la idea de Providencia. Dios cuidaba de sus criaturas y a cada una le había dado lo que le correspondía.


Jean-Batiste de Monet de Lamarck

En 1859 aparece "El origen de las especies por medio de la selección natural" de Charles Darwin. En esta obra, que causaría un gran escándalo, se exponía la idea innovadora siguiente: en los cambios producidos en la evolución animal no había "adaptación", sino "selección natural". Las especies y los individuos mantienen una lucha por la existencia, y en esa lucha sobrevive el más fuerte. Esta teoría la veía confirmada en numerosas observaciones:

a) Los animales en la época de celo mantienen una lucha más o menos encarnizada por las hembras. b) La cacería de unos animales por otros no es sino una manifestación de esta lucha por la supervivencia. c) Los animales también han de luchar con los obstáculos y adversidades del medio que les rodea, unos sobrevivirán, otros morirán.
Superviven los más aptos, y esta capacidad no es que se la propongan, sino que sólo quedan los que resisten, los que con su equipamiento biológico son capaces de seguir vivos. Si el medio es adverso, el animal no puede hacer que sus órganos se adapten al medio. Lo que sucede es que el ser viviente nace con variaciones funcionales y si éstas le resultan útiles, entonces sobrevive, en caso contrario, muere. Estas variaciones son, a la vez, hereditarias, por ser variaciones "de nacimiento".




La teoría evolucionista de Darwin va a encontrar una revalidación con los descubrimientos de las unidades de herencia, "los genes", realizados por Mendel en 1866, que aclararían la herencia de las "variaciones" (leyes de Mendel).
En 1910, Morgan da un paso más y descubre que los genes se hallan en los cromosomas. En 1953, Watson y Crick descubren la cadena de ADN, verdadera clave de la transmisión genética y programa de desarrollo de todos los organismos. Son de destacar también, las investigaciones del código genético del español Severo Ochoa.

III. EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN


Darwin había afirmado, con gran escándalo para sus contemporáneos, que el hombre procedía del mono. Hoy esto supone una evidencia científica en la escala zoológica, pero es interesante hacer hincapié en la importancia que tiene para esta hominización la relación de la mano con el cerebro. En la escala zoológica cabe distinguir algunos parientes remotos del hombre:

1) El "oreopitecus", (el mono de las montañas), que vivió hace unos 8 o 12 millones de años.



2) El "autralopitecus" (monos del sur), del que se han encontrado restos en África y del que se supone vivió hace, entre 2 millones y 500.000 años. Era casi humano, mostraba bipedismo y occipital desarrollado. La pelvis era todavía algo estrecha, pero ya soportaba el tronco. Medía aproximadamente 1,20 cm. de estatura y pesaba unos 50 Kg., su capacidad craneana era de unos 500 cm3, usaron piedras, pero no construyeron armas ni utensilio alguno.




3) El "homo habilis" (contemporáneo del australopitecus) que posee una primitiva industria lítica.




4) El "homo erectus" (restos en Asia, Europa y África). A este género pertenecen el "pitecantropus" (mono hombre) que ya tenía una capacidad craneana de 900cm3 y el "hombre de Pekin" que llegaba a tener una capacidad de 1225 cm3.






Cráneo de Homo Erectus hallado en Pekín




5) El "homo sapiens" del Neanderthal (que luego se degradó) y los "hombres de Cromagnon".






Esqueletos de neanderthal y de hombre actual sapiens sapiens

La hominización, que supone una mayor capacidad craneana, un bipedismo, un desarrollo específico de las articulaciones, supone también y de manera esencial una relación entre la mano y el cerebro. La coordinación de la mano prensil y operativa con el desarrollo de las capacidades cerebrales de coordinación, visual, memoria, lenguaje y control de las extremidades en función del trabajo. Gracias a esa relación acabó por construir instrumentos y con ellos revolucionar el panorama de la tierra para satisfacer sus necesidades. Gracias a esta relación se hizo posible el lenguaje humano y con él, la cultura. En los monos ya se puede observar un cambio de funciones entre las manos (para aprehender) y los pies (para trepar). La mano fue haciéndose libre y adquiriendo una mayor destreza, destreza que se heredaba y se acrecentaba de generación en generación. La mano, así considerada, no es sólo un órgano de trabajo, es también su producto. En este desarrollo de la mano, lo que servía a la mano servía a todo el cuerpo, pues, según la ley "correlación del crecimiento" de Darwin, el desarrollo de ciertas formas de las distintas partes del cuerpo están ligadas a otras partes sin aparente relación (ej: los animales que poseen glóbulos rojos sin núcleo y cuyo occipital está articulado con la primera vértebra por dos condilos, poseen, sin excepción, glándulas mamarias. La pezuña hendida de ciertos mamíferos va ligada a un estómago multilocular, adaptado a la rumia. También la mano y el cerebro, pues todos los mamíferos que poseen unas extremidades desarrolladas de manera tan eficaz como la mano, es decir, los antropoides, poseen ciertos desarrollos en la capacidad craneal. Así, el progreso de la mano indicaba un progreso general: un trabajo colectivo, que a su vez, entrañaba la necesidad de decirse algo. Y de este modo, la necesidad creó al órgano: se produjo una transformación de la laringe, que permitió la voz articulada y el desarrollo del cerebro. Con este desarrollo del cerebro se desarrollaron los sentidos, pudiendo discriminar los sonidos del lenguaje. Con el proceso de hominización se pasa de una economía depredadora a una economía social y doméstica.


El trabajo, base de humanización, comienza con la construcción de los instrumentos de caza y pesca, que suponen un tránsito de la alimentación vegetariana a la alimentación mixta. El consumo de carne aportó al cuerpo humano los ingredientes esenciales de su metabolismo, acortando los procesos vegetativos del organismo. Este consumo de la carne impuso, además, el uso del fuego y, más adelante, la domesticación de animales, como reservorio alimenticio. El trabajo se diversificaba de generación en generación, extendiéndose a nuevas actividades. A la caza y a la ganadería vino a sumársele la agricultura, y más tarde, el hilado y la construcción del tejido, el trabajo con los metales, la alfarería y la navegación.